Congeniar trabajo con las demás actividades cotidianas en un mismo espacio, mantener reuniones en pantuflas, aprender el derecho a la desconexión, lidiar con la amenaza latente (o la realidad) de la reducción de salario, la falta de clientes o el desempleo son algunas de las postales del 1° de mayo de 2020 en medio de la pandemia de coronavirus.
Mientras la OIT anunció que unos 436 millones de empresas en el mundo corren riesgo de cerrar, en Argentina trabajadores y trabajadoras también se adaptan a las medidas dispuestas por el Gobierno el pasado 19 de marzo para evitar el colapso del sistema de salud en medio de la pandemia.
«Toda la vida sucede en un mismo lugar, en las mismas cuatro paredes», dijo a Télam Inés, aunque la descripción de su cuarentena podría ser la de muchos en buena parte del mundo en este momento.
«Los horarios de oficina se empalman con el almuerzo, los juegos con los chicos, la limpieza y las clases por Zoom y llega un momento en el que no puedo más y colapso», detalló respecto a su vida cotidiana como empleada de atención al cliente, alumna de último año de la carrera de Nutrición y madre de un niño de 4.
Según «El libro blanco del Teletrabajo», publicado por la entonces Secretaría de Trabajo en 2019 se entiende por teletrabajo «aquel que se realiza fuera de las instalaciones de una empresa mediante la utilización de todo tipo de tecnología de la información y de las comunicaciones (TIC)».
«Ideológicamente -dice también el libro- ha planteado grandes debates en cuanto a su conceptualización, al límite entre el trabajo subordinado y el autónomo, y la necesidad o no de una regulación específica».
Además, de acuerdo al relevamiento TT-EIL del año 2017, hasta entonces sólo el 8% de las y los trabajadores del sector privado teletrabajaban.
Al respecto, el abogado Ernesto Zas destacó que en Argentina no existe regulación específica y que «es norma aplicable el Convenio Nro 177 sobre trabajo a domicilio de la OIT ratificado por Argentina con la ley 25.800».
«La misma organización publicó en 2011 el Manual de Buenas Prácticas en Teletrabajo elaborado en coordinación con las autoridades estatales argentinas, y representantes de las organizaciones empresariales, sindicales, y académicas», explicó Zas, miembro de Abogades en Cooperativa, quien además resaltó que ya existen experiencias concretas en Telefónica e YPF hace unos años, «antes de que las empresas de tecnología o afines lo aplicaran sistemáticamente».
«Me parece fundamental destacar que lo que estamos viviendo no es teletrabajo sino una medida obligatoria para proteger la salud de la población», explicó a Télam Verónica Funes, coordinadora de Teletrabajo del Ministerio que dirige Claudio Moroni.
«Es una situación de crisis, muy distinta al ideal que surge del acuerdo de las dos partes con derechos y obligaciones claros, amparados bajo la Ley de Contrato de Trabajo, con derecho a la desconexión, condiciones que en medio de esta urgencia no existieron», agregó.
Para Carolina, trabajadora de prensa, «hay un punto que está bueno que es levantarse y ponerse a trabajar en pijama. Ahorrarse el viaje es genial, sobre todo para quienes vivimos en ciudades como Buenos Aires donde desplazarse en transporte público consume tiempo y es incómodo».
«Sin embargo -agregó- aparecen otras cuestiones como el límite de horas o la utilización de recursos propios que son difíciles de cuantificar y la pandemia aceleró un proceso como el del teletrabajo que estaba en debate y cuyas características aún no se habían definido».
«Las condiciones laborales del home office son particulares de cada rubro y en muchos casos no estaban establecidas, entonces, hoy nos vemos forzadas a laburar de esta manera sin haberlas definido y en un contexto de crisis muy grande quienes tenemos trabajo nos consideramos afortunadas, entonces, ¿cómo te animas a plantear un límite cuando un jefe te pide algo a las 9 de la noche?».
Matías Cremonte, presidente de la Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas (ALL) advirtió entre las dificultades del trabajo desde casa en un contexto así «perder la soberanía del propio tiempo, el lugar de descanso, la organización familiar y, desde luego, las dificultades para la acción colectiva en la medida que se va difuminando el centro del trabajo y el compartir con otros una misma, pero la historia da cuenta que siempre encontramos la manera de organizarnos».
«De todos modos -agregó- más allá de que es posible que muchas situaciones hayan llegado para quedarse, es muy difícil pensar situaciones definitivas en el marco de un contexto tan excepcional y que va modificándose de manera constante».