En el mundo de la espiritualidad, existen diversas formas de devoción y manifestaciones de fe que se destacan por su profundidad y significado.
Cada tradición religiosa tiene símbolos particulares que guían a los fieles en su camino espiritual. No sólo conectan a las personas con su fe, sino que también permiten expresar las emociones más profundas.
Las velas son uno de estos instrumentos que, a través del fuego, logran crear una atmósfera de paz y reflexión. Su luz tiene un profundo poder simbólico que ha sido utilizado en diferentes culturas y religiones durante siglos. Representa, entre otras cosas, la esperanza, la presencia divina y la protección.
Para los creyentes, encender una vela puede ser un acto de gratitud, una forma de pedir ayuda o una manera de buscar orientación espiritual. Y muchos fieles recurren a la Medalla Milagrosa para realizar peticiones y agradecimientos.
¿Qué vela se le prende a la Virgen de la Medalla Milagrosa?
La Virgen de la Medalla Milagrosa es una de las advocaciones más conocidas en la Iglesia católica. Su devoción comenzó en París, Francia, en el siglo XIX y ha perdurado a lo largo del tiempo.
Una de las prácticas más comunes dentro de esta devoción es el encendido de la vela de novena. Esta vela, que cuenta con la imagen de la Virgen Milagrosa y una oración escrita en francés, simboliza un compromiso de nueve días de oración.
Durante ese tiempo, los fieles oran para encontrar serenidad, agradecer y pedir la intercesión de la Virgen. La vela permanece encendida durante todo este período, actúa como un recordatorio constante de la fe y de la esperanza puesta en la advocación mariana.
De esta manera, el acto de prender la vela de novena es mucho más que un simple gesto, es una demostración de la fe profunda del creyente. Porque esta vela se enciende con la intención de encontrar la paz interior, pedir la protección de la Virgen y ofrecer agradecimiento por las bendiciones recibidas.
El hecho de que la oración de la vela esté en francés recuerda los orígenes de la devoción. El 27 de noviembre de 1830 la Virgen se apareció a Catalina Labouré, una humilde religiosa vicentina.
Entonces, alrededor de la imagen de la Virgen había una inscripción («Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti») que dio origen a una medalla que recordaría la visión.
Desde 1830, cuando Santa Catalina tuvo la visión de la Virgen, esa invocación se levanta hacia el cielo miles de veces, repetida por miles de personas en todo en el mundo. El 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción y en 1858, las apariciones de Lourdes le confirmaron a Bernadette Soubirous el privilegio de la madre de Dios.
La práctica de encender una vela y rezar durante nueve días consecutivos es una tradición vigente que recuerda el misterio de la Virgen.
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