Tramitaron los pasaportes, compraron los pasajes hacia Kiev a principios del verano, vendieron unos muebles acumulados en los años que llevaban en Mar del Plata, regalaron otros, y esperaban en una habitación alquilada la fecha del vuelo para volverse a vivir a Ucrania, pero la pandemia canceló los planes de la familia Kostenyuk-Dokuchaleva, que desde entonces ignora cómo y cuándo podrá regresar.
Oleksandr Kostenyuk (49) y su esposa Olga Dokuchaleva (43) tenían previsto dejar la Argentina el 1 de abril y regresar a su país por un tiempo, después de cinco años de residencia en la Costa Atlántica.
Algunas cuestiones de salud de la madre de ella en Ucrania, sumadas a las dificultades de ambos para conseguir trabajo estable y la falta de una vivienda propia en Mar del Plata, los convencieron de que era hora de regresar a probar suerte en el este europeo.
El viaje incluía al resto de la familia: Anastasiia (18), la hija de Olga de un matrimonio anterior, quien acababa de terminar la secundaria, y el hijo de la joven, Máximo Nicolás, el único marplatense del clan, nacido hace dos años y medio.
Y cuando al fin tuvieron toda la documentación necesaria después de casi un año de trámites, los pasajes de avión comprados y resueltas las cuestiones propias de una mudanza intercontinental, se dispusieron a esperar, instalados los cuatro en un pequeña pieza sobre la avenida Tejedor, en la zona norte, después de dejar la casa en la que vivían.
Pero entonces llegó el coronavirus, primero como una noticia vaga desde Asia, después con Europa como epicentro, y luego, como una variable imprevista que modificó todos los planes a medida que los gobiernos del mundo fueron cerrando el espacio aéreo y los vuelos se fueron cancelando.
«Nuestra situación es bastante complicada, y la verdad es que no sabemos qué va a pasar», dijo a Télam Kostenyuk, de profesión soldador, quien lleva casi 20 años en la Argentina.
El hombre relató que ya tenían los tickets para tomar el tren que salía el 31 de marzo desde la Terminal Ferroautomotora marplatense hacia Plaza Constitución.
Desde ahí, aseguró, tomarían un colectivo hasta Ezeiza: «Ellos tres iban a viajar a las 12.30 del 1 de abril por una aerolínea turca, con escalas en Estambul. Y yo, como tengo la ciudadanía argentina también, había sacado un pasaje de bajo costo por Norweigan, vía Londres, que salía a las 11. Llegábamos a Kiev el 3 de abril, casi a la misma hora. Pero vino la pandemia y acá estamos».
«Nos gusta Mar del Plata. Pero el tema laboral está complicado. Por eso, tomamos la decisión de volver. Compramos los pasajes gracias a una vaquita entre los familiares desde allá, y ahora no sabemos qué va a pasar. Yo tengo el vuelo reprogramado para junio, pero solo hasta Londres, y ahí voy a tener otra historia. Y a Olga, su hija y nuestro nieto ya les cambiaron y cancelaron tres veces», contó Kostenyuk.
Tanto él como su mujer expresaron que su temor es que siga pasando el tiempo porque no tienen más recursos y tampoco pueden hacer alguna changa, por la cuarentena.
Nos gusta Mar del Plata. Pero el tema laboral está complicado. Por eso, tomamos la decisión de volver. Compramos los pasajes gracias a una vaquita entre los familiares desde allá, y ahora no sabemos qué va a pasar”
Ella trabajó durante años en tareas de limpieza y en cuidado de adultos mayores, pero con el aislamiento social tienen que hacer malabares con la ayuda de algunos vecinos y con la asistencia que les dio el gobierno municipal tras un pedido de la Embajada de Ucrania en la Argentina y la intervención de la Fiscalía General.
«No tenemos medios económicos para sobrevivir. Podemos tirar, pero no podemos estar mucho más así, encimados en una pieza. Esperamos que nos reprogramen el vuelo o nos devuelvan la plata», explicó el hombre.
Su principal preocupación, aseguró, es que «al menos ellos tres puedan llegar a Ucrania, donde tienen una casa y un apoyo familiar», a unos 600 kilómetros al suroeste de la capital del país, cerca de Chernivtsi, en la frontera con Rumanía.
Si bien confesó que se toma las cosas «sin ser dramático», admitió que es «angustiante» la seguidilla de cambios y cancelaciones: «Después de cada reprogramación iban llegando los mensajes de cancelación uno atrás de otro».
Pese a la incertidumbre, aseguró que «hay muchas personas buenas que entienden y respetan la situación», y que confían en poder volver a Ucrania «en cuanto vuelvan a volar los aviones».