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Las causas del derrumbe del precio del petróleo a valores irrisorios hay que encontrarlas en el terreno diplomático y la crisis del coronavirus, para entender de qué forma los actores del mercado desempeñan su rol.

A mediados de septiembre, el ataque de los rebeldes houtíes sobre las instalaciones petroleras de Arabia Saudita puso de manifiesto la debilidad de Ryad para controlar su hegemonía en el mundo árabe.

Los insurgentes, con el apoyo de Irán, habían asestado un golpe decisivo para demostrar que el régimen teocrático de Teherán tenía un poder de fuego capaz de imponer un rápido control sobre la zona del Golfo Pérsico.

El reino saudi requirió la asistencia militar de los Estados Unidos derivada de un acuerdo celebrado hace 75 años entre Washington y Ryad, por el cual los árabes suministraban crudo y los norteamericanos, armamento y tropas.

La presencia de efectivos militares, la V° Flota y los misiles Patriot lograron neutralizar la ofensiva de los houtíes e Irán sobre Yemen, y equilibrar la balanza de poder en la región.

Por entonces, los precios del crudo se habían amesetado en torno de los 60/63 dólares. Los árabes estaban en deuda con los norteamericanos y comenzarían a cancelarla. La Casa Blanca necesitaba una muestra de racionalidad hacia su población porque el aparato militar estaba llevándose gran parte del crecimiento económico de Estados Unidos pero tampoco podía dejar crecer la influencia de Moscú y Teherán. ¿Cómo atacar dos frentes al mismo tiempo, reducir el gasto y neutralizar a sus adversarios?

La administración Trump apuntó al punto más débil de sus enemigos. Anunció con bombos y platillos el retiro de sus tropas de Siria, algo que fortalecía la imagen de Donald Trump y de los republicanos, sino que dejaba el terreno libre a Rusia que volvía en ayuda del presidente sirio Bashar al Asad para eliminar al Isis, aumentando su gasto militar.

A cambio de la protección militar a los sauditas, le exigió que mantengan constante su producción de petróleo, aun cuando el reino mostraba números rojos.

Desde octubre, en cada reunión de la OPEP los árabes no sólo se oponían a un recorte en la producción de crudo que sugerían sus socios del cartel, liderados por Irán sino también sus aliados extra OPEP, liderados por Rusia, ya que Moscú y Teherán necesitaban más ingresos por el petróleo para financiar sus aventuras militares.

Con los sauditas manteniendo el bombeo, los precios comenzaron a descender, desde comienzos de año, de una manera sostenida.

A medida que bajaba el precio, los problemas financieros de los iraníes y de los rusos se hicieron más notorios y necesitaban vender cada vez más crudo para financiar su gasto militar. Paralelamente, los Estados Unidos anunciaban que iban a llevar sus reservas estratégicas de crudo de 650 millones de barriles a 1.000 millones de barriles, en medio de la escasez de almacenamiento.

A fines de febrero, se desata una guerra de precios porque los árabes bombeaban para abastecer a Estados Unidos y los rusos e iraníes para financiar su déficit, y así los precios se derrumbaban.

Pero apareció la Covid-19, y la declaración de pandemia cambió el tablero del ajedrez diplomático.

La abrupta caída del 30% en la demanda mundial de crudo profundizó la debacle de precios, e hizo inviable la producción de hidrocarburos y llevaba pérdidas por todo el planeta.

La industria petrolera de Estados Unidos y los senadores republicanos presionaron a Trump para que fuerce a los sauditas a un recorte en la producción bajo la amenaza de retirar la ayuda militar. Los árabes apuraron un pacto intra y extra OPEP y, entre «gallos y medianoche», acordaron recortar la producción de crudo para mayo y junio.

Los precios llevaron el crudo del terreno negativo desde mediados de abril a unos 20 dólares al cierre del mes, con una baja de casi el 70% desde comienzos de año.

Nadie se aventura a afirmar qué puede ocurrir en el mercado petrolero que se mueve en un terreno fangoso, signado por exceso de producción, falta de almacenamiento, un acuerdo que pende de alfileres y la caída de la demanda mundial, por la presencia del coronavirus que a esta altura es más peligroso que el juego diplomático.