Este 20 de junio se cumplen 50 años del remate del Palacio San Jacinto, que precedió a su demolición, casco de la Estancia del mismo nombre de la familia Unzué, que en su esplendor tuvo una extensión de 75 mil hectáreas, en el Partido de Rojas, Provincia de Buenos Aires, y que significó un estandarte de la aristocracia terrateniente.
María Unzué de Alvear, conocida en la alta sociedad porteña como «la Beba Alvear», heredó de su padre, Saturnino Unzué, la Estancia San Jacinto, que se encontraba en el distrito de Carabelas, en el partido de Rojas.
Unzué era un próspero comerciante en Buenos Aires y en 1850 ya había comprado tierras en Mercedes, pero en 1851 cuando el General Justo José de Urquiza organizaba el Ejército Grande para derrocar a Juan Manuel de Rosas, buscaba recursos para fortalecer a sus tropas y ese dinero lo iba a destinar a pertrechos, por lo que Saturnino le hizo un suculento aporte.
El 3 de febrero de 1852 en la Batalla de Caseros, Urquiza logró efectivamente derrotar a Rosas y en 1855 el caudillo entrerriano le entregó a Saturnino Unzué, en pago por lo prestado, unas 30 leguas cuadradas de tierra, equivalentes a unas 75.000 hectárea, en la zona de Rojas, convirtiéndolo en un próspero hacendado con la explotación agrícola y ganadera.
Cuando Saturnino Unzué falleció en 1886 (a los 60 años), también había realizado aportes a Julio Argentino Roca para su avanzada sobre la zona sur del país, conocida como Campaña del Desierto, por lo que su patrimonio se había enriquecido, además, con una nueva entrega de tierras en reconocimiento. Así fue como los Alzaga Unzué se convirtieron en los más grandes terratenientes con unas 500 mil hectáreas de campo.
Fue entonces que la Estancia San Jacinto quedó en manos de su hija María de los Remedios Unzué, una muchacha que, por entonces, tenía 25 años.
Con todo, un año antes había contraído matrimonio con Ángel Torcuato del Corazón de Jesús de Alvear Pacheco (hermano de quien fuera el presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear), de quien quedó viuda en 1905. El patrimonio acumulado la llevó a ser considerada la mujer más rica de la Argentina.
Hace exactamente 100 años, en 1920, la Beba Alvear le encargó el diseño y la construcción del Palacio San Jacinto al arquitecto francés Louis Faure Dujarric, que plasmó el palacete en un estilo normando francés, con un centenar de habitaciones a las que se accedía moviendo lustrosos picaportes enchapados en oro, majestuosas arañas colgantes, muebles importados de Francia, adornos, refinadas porcelanas Sevres, estatuas de bronce, vidrios artísticos de Nancy, y muchísimos cuadros de diferentes artistas que ubicaron a la Beba como una verdadera mecenas.
«El Castillo», como lo denominaban los lugareños, estaba dividido en dos alas desde el eje que señalaba la imponente entrada principal: los testimonios de la época aseguran que impresionaba por su lujo bizantino, y las reuniones sociales que en él se desarrollaban marcaban la agenda de entonces, ya que por la extensa estancia pasaban tres líneas del Ferrocarril (San Martín, Belgrano y Urquiza) y fue visitado por ilustres personalidades como los presidentes argentinos Marcelo Torcuato De Alvear (cuñado de la propietaria) y Agustín P. Justo, y Manuel Ferraz Campos Salles, mandatario de Brasil.
En «El Castillo» fue filmada la película «Fantoche» (1957), protagonizada por Luis Sandrini y Beatriz Taibo, y todo su esplendor quedó plasmado en el celuloide en blanco y negro.
(STras la muerte de María Unzué(S)
María Unzué de Alvear falleció en Buenos Aires el 18 de enero de 1950 a la edad de 88 años. No dejó descendencia directa y El Castillo y las 60 hectáreas que lo rodeaban fueron heredados por las cuatro hijas de su sobrina nieta y ahijada, Ángela González Álzaga, que hizo usufructo de esas propiedades hasta que las herederas, Lucía, María Inés, Teresa y Amalia fueron mayores de edad.
Con las herederas sobrevino la decadencia de las terceras generaciones, que dilapidaron la fortuna y la prosperidad de sus antepasados, y la mala administración derivó en falta de mantenimiento y deterioro, por lo que en 1968 decidieron vender la propiedad a Ecuador Inversora, una empresa de capitales estadounidenses radicada en Montevideo, que pretendía instalar allí un Hotel-Casino.
Sin embargo, una ley impedía el funcionamiento de una sala de juegos a menos de 400 kilómetros de Buenos Aires, de manera que la propiedad salió a remate el 20 de junio de 1970: la empresa buscaba recuperar su inversión vendiendo los bienes muebles y capitalizando la demolición posterior que, además de las paredes, destruyó también el patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de una Argentina que se mostró al mundo como el granero del planeta.
Un vino de edición limitada con uvas de San Carlos, en Valle de Uco, se llama «Palacio San Jacinto» y cuenta en su etiqueta la historia de este palacete que fue un símbolo perdido de esa «Belle Epoque» de la «patria agrícola-ganadera» de las pampas, a unos 250 kilómetros al centro oeste de la ciudad de Buenos Aires.
Sergio Pedro Patta bautizó a sus vinos con el nombre de «Palacio San Jacinto» en memoria del Colegio Salesiano de La Trinidad, donde él estudió pupilo y obtuvo el título de agrónomo general, y que se encuentra junto a esa estancia ya que fue donado por la dueña de aquel campo. Patta fue testigo cuando era pequeño de aquel remate que signó el destino de esa magnífica propiedad enlazada a la historia del país.