Los equipos de rescate buscan sobrevivientes entre los escombros.
Equipos de rescate trabajaban hoy para encontrar sobrevivientes entre los escombros de los edificios que se derrumbaron en el oeste de Turquía tras el fuerte sismo, que causó al menos 30 muertos en este país y en Grecia.
En Bayrakli, en la provincia de Esmirna, los equipos de rescate, con perros rastreadores, intentaban llegar a las víctimas y a posibles sobrevivientes entre una masa de vigas retorcidas y grandes trozos de hormigón, los vestigios de un inmueble de siete pisos colapsado.
El epicentro del sismo tuvo lugar en la noche del viernes a unos 17 kilómetros de la costa de Esmirna y una profundidad de 16,5 kilómetros, y tras el temblor se registraron al menos 341 réplicas, 31 de ellas de una magnitud superior a 4, según consignó la Autoridad para la gestión y el control de desastres en Turquía (Afad).
La magnitud del sismo fue evaluada por el Instituto Geofísico de Estados Unidos (USGS) en 7, y en 6,8 por las autoridades turcas.
La sacudida fue tan fuerte que se sintió hasta en Estambul y Atenas y provocó un minitsunami que inundó las calles de Seferihisar, ciudad turca situada cerca del epicentro, y barrió las costas de Samos.
La costa egea turca, densamente poblada, fue la más afectada,y murieron 28 personas, mientras que 900 resultaron heridas, según la Afad, consignó la agencia AFP.
En Grecia dos jóvenes murieron y nueve personas resultaran heridas. El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, viajó hoy a Samos, donde la situación «es extremadamente difícil», según Protección Civil.
Ante esta catástrofe, Turquía y Grecia dejaron sus disputas diplomáticas a un lado, y se mostraron dispuestos a ayudarse.
Desde el terremoto, un centenar de personas fueron rescatadas vivas de entre los escombros, indicó el sábado el ministro turco de Medioambiente, Murat Kurum.
Dos mujeres fueron salvadas 17 horas después del temblor, según el gobierno.
En Bayrakli, distrito que cuenta con unos 300.000 habitantes, las autoridades instalaron tiendas para que las familias pudieran pasar la noche. Otros, con menos suerte, durmieron en sacos de dormir sobre un césped, y algunos en sus coches.
En el barrio, los rescatistas -más de 6.000 efectivos movilizados- reclamaban a veces silencio, con la esperanza de oír a posibles supervivientes, antes de continuar su búsqueda.
En la isla griega de Samos, la zona más afectada en Grecia, el terremoto llegó a causar un minitsunami. El nivel del mar se elevó a 40 cm sobre las carreteras del puerto de Vathy, provocando importantes daños en comercios.
La iglesia de la pintoresca aldea de pescadores de Phytagorio se derrumbó parcialmente. Y en la capital de la isla, Vathy, una joven de 15 años y su amigo de 17 fallecieron cuando se les cayó encima un muro.
«Lo más negro ha sido la pérdida de estos dos chicos» se lamentó el alcalde de la ciudad, Yorgos Stantzos. «Teníamos la pandemia y ahora el sismo», lamentó.
El secretario de Estado de Protección Civil, Nikos Hardalis, calificó la situación de la isla de «extremadamente difícil» y pidió a los habitantes «permanecer atentos» ante el riesgo de réplicas.
La región del Egeo se encuentra en una de las zonas con mayor actividad sísmica del mundo, entre ellas una de las, potencialmente, más devastadoras del hemisferio, la de Anatolia del Norte (NAF), punto de encuentro de las placas tectónicas de Anatolia y Eurasia.
El país sufrió terremotos devastadores en el pasado, incluido uno de magnitud 7,4 en Gölcük en 1999, donde murieron más de 17.000 personas.
El último gran sismo ocurrió en enero de este año en el este del país, en las provincias de Elazig y Malatya, que dejó 41 muertos y más de 1.600 heridos.