¿Un Presidente puede decir barbaridades y no pasa nada? Solo barbaridades verbales. Pero, al fin, barbaridades. ¿Por qué lo hace? No lo necesita para gobernar. Somos muchos los que apoyamos sus políticas, principalmente en materia económica, pero estamos asombrados por la forma como “vende” sus ideas y actos de gobierno.
Es cierto que su elevada formación académica, principalmente en materia económica, le permite defender con coraje sus ideas. ¿Pero necesita bajar al nivel más bajo del idioma para defenderlas? ¿No piensa, democráticamente, que aquellos que no comparten sus ideas, necesitan también ser respetados en sus posiciones y sus ideas?
La forma de dialogar con palabras respetuosas entre los que no piensan igual, no es una cortesía ni una formalidad social. Es la esencia de la Democracia (con mayúsculas) que se puso en marcha hace más de 200 años, cuando la Revolución Francesa abrió los Estados Generales, en los que nacieron, además, las ideas de izquierda y derecha. Toda la violencia posterior de aquella Revolución y la que sufrió el mundo hasta nuestros días, no invalida aquella idea del respeto hacia la opinión de los que no piensan como nosotros.
El sistema democrático que se restableció en 1983 ha funcionado, sin fallas, en su costado político. Pero no encontró un camino para, en paralelo, desarrollar el lado económico. Este cuadro desarrolló un costado depresivo donde creció, lentamente, un enorme desprestigio popular de la dirigencia de todos los partidos. Sobre ese descontento popular, en la búsqueda de una economía que funcionara, apareció Milei.
No estaba desprestigiada la democracia, ni la división de Poderes. Pero los hombres y las mujeres vivían – y viven – cada día peor. No hay responsables directos (ni Parlamentarios, ni Gobernadores, ni Jueces) pero el sistema democrático no mejoró, repetimos, la calidad de vida de la gente. Hay una enorme expectativa que el gobierno que asumió el último 10 de diciembre, abrirá una posibilidad para que encontremos la calidad de vida que se perdió hace tantos años.
¿Para ese trabajo hay que estar enojado todos los días y despreciar, verbalmente, al resto de los poderes del Estado, que sostuvieron con éxito, durante cuarenta años, la estabilidad del sistema?
Es probable que todos necesitamos “tratarnos bien”. Uno de los mandatos más firmes para esta Presidencia, es crear y encabezar esa columna de buena voluntad, para restablecer la armonía de más de cuarenta millones de personas. Porque la solución económica es muy importante, pero no es todo.
Hugo Martini es ex diputado nacional (PRO) y Director de Carta Política.
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