El perito Francisco Pascasio Moreno dej en la Patagonia una huella endeleble.
Francisco Pascasio Moreno fue profeta en su tierra adoptiva, la Patagonia. Al punto que aún hoy tiene la estatura de un prócer, un hombre magnánimo que nació en 1852 en el seno de una familia porteña de alcurnia y que murió prácticamente en la pobreza.
Moreno, quien luego sería científico, naturalista, conservacionista, político, botánico, explorador, geógrafo y fundador del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, apenas tenía veinte años cuando emprendió su viaje inaugural a la Patagonia. Tres años después, en enero de 1876, fue el primer hombre llegado desde Buenos Aires en apreciar la belleza del lago Nahuel Huapi.
1910. El vapor Cndor llega a Puerto Blest, tras navegar por el Nahuel Huapi. (Fotos: Gentilieza Eduardo Prez Navarro)
Durante décadas se consagró a la investigación de la cordillera patagónica y sus conocimientos de la zona lo llevaron a ser uno de los peritos que trabajó durante 22 años en la delimitación de la frontera entre Chile y la Argentina. En 1903, y como “recompensa extraordinaria” por su tarea al servicio del país, el Congreso de la Nación le asignó la propiedad de “25 leguas de campos fiscales, en el territorio de Neuquén o al sur del Río Negro”, a su elección.
El expediente de la donacin de Moreno.
Entonces, en un gesto de desprendimiento con pocos precedentes, Moreno vendió 22 de esas leguas para financiar comedores para chicas y chicos necesitados (“un niño con barriga vacía, no puede aprender a escribir la palabra pan”. era una de sus frecuentes frases).
Las tres leguas restantes (unas 7.500 hectáreas en el extremo oeste del fiordo principal del lago Nahuel Huapi) las donó al Estado con la condición de que se preservaran intactas como un parque natural ya que esa zona “contiene -aseguraba el perito- la reunión más interesante de bellezas naturales que he observado en Patagonia”.
Eso ocurrió el 6 de noviembre de 1903, y desde 1948, en esa fecha se celebra el Día de los Parques Nacionales.
Al aceptar el Gobierno ese legado, el 1° de febrero de 1904, la Argentina se convirtió en el tercer país de América y el quinto del mundo con parques nacionales, junto a Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelandia. Se colocó, entonces, la piedra fundamental del Parque Nacional del Sud -más tarde, Nahuel Huapi- al que 25 años después -durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen- le seguiría la compra de 75.000 hectáreas alrededor de las Cataratas del Iguazú, para la formación del segundo parque nacional.
El mapa donde figuran las 7.500 hectreas (en rojo) que leg el perito para la creacin del primer Parque Nacional.
Tras su gesto solidario, Francisco Moreno continuó un año más como director del Museo de La Plata. Luego fue diputado nacional, fundador del Patronato de la Infancia y de la Asociación Argentina de Boy Scouts, entre tantas actividades, por lo general, no remuneradas.
El 22 de noviembre de 1919, casi sin fortuna, Francisco Moreno murió en la ciudad de Buenos Aires y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta junto a su esposa, María Ana Varela. Ella había fallecido en 1897, a pocos meses de cruzar la cordillera de los Andes a lomo de mula, cuando el perito trabajaba en la delimitación de la frontera argentino-chilena.
Homenaje a Moreno, a un siglo de su muerte.
Un cuarto de siglo después, los herederos decidieron que el mejor lugar para que reposaran sus restos era el parque nacional que tanto soñó. Desde el 16 de febrero de 1944, Francisco Moreno y María Ana Varela están en la Isla Centinela, en el extremo occidental del lago Nahuel Huapi.
Por una disposición de la Prefectura Naval Argentina, cada embarcación que cruza frente a la isla debe sonar tres veces su bocina para rendir honores a uno de los hombres más valiosos de la historia argentina.
De Copenhague a Corrientes, otro gran gesto benéfico
Nina Sinding y Troels Myndel Pedersen, el matrimonio dans que se enamor de los esteros.
Unos 11.500 kilómetros separan a paisajes tan disímiles como el de Mburucuyá -en los esteros correntinos- y la capital de Dinamarca. Sin embargo hay un hilo conductor que las une: el apellido Pedersen.
Hacia 1920, el danés Neil Peter Pedersen compró un enorme campo en Mburucuyá, a 150 kilómetros de la capital provincial. Sin embargo fue su hijo Troels, junto a su esposa Nina, quien aprendió a conocer la región como el mejor de los baqueanos.
Abogado y naturalista botánico nacido en Copenhague en 1916 y que obtuvo la ciudadanía argentina, Troels Myndel Pedersen consagró su vida al estudio de las especies de la ecorregión de los Esteros del Iberá, llegando a determinar más de 30 mil variedades.
A lo largo de décadas, el botánico danés que se instaló en el casco de la estancia Santa Teresa, emprendió un estudio inédito en Latinoamérica. Descubrió más de veinte especies vegetales que llevan su nombre, como la Nothoscordum pedersenii. Y también fue el primero en identificar una variedad de rana -la Argenteohyla siemersi pederseni-, que sólo vive en Mburucuyá.
En Mburucuy, el botnico Pedersen se mova como el mejor de los baquenos.
En 1988, Troels y Nina decidieron que la mejor forma de preservar sus años de investigación era donando las 17.000 hectáreas de la estancia Santa Elena para la creación de un parque nacional -Mburucuyá-, cuyos trámites culminaron en 1991. Pedersen vivió en la estancia hasta su muerte, en el 2000, a los 83 años. Meses después una ley creó el Parque Nacional Mburucuyá.
De todos modos, el botánico danés sigue presente en Corrientes. En su herbario de 30.000 especímenes que legó al Instituto de Botánica del Nordeste. En su rica biblioteca, que destinó a la misma entidad. En la avenida de circunvalación de la localidad de Mburucuyá, que lleva su nombre. Y en la memoria de todos los que conocieron a ese danés alto y flaco que se había enamorado de la naturaleza correntina.