El Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), organismo pionero a nivel global en la recolección de muestras biológicas de familiares de personas desaparecidas para encontrar a niños apropiados, cumple mañana 33 años y, según las palabras de su directora Mariana Herrera Piñero, busca mejorar sus capacidades y recuperar «el rol histórico» que tiene en el campo de los Derechos Humanos.
En diálogo con Télam, Herrera trazó un panorama de la transformación en el perfil del BNDG: cómo va dejando de ser «un laboratorio que hacía análisis» y se va convirtiendo en un espacio que colabora en las investigaciones de la Justicia, que asesora a otros países con problemáticas similares y que, además, trabaja junto a Abuelas de Plaza de Mayo para seguir convocando a más personas con dudas sobre su identidad.
La actual directora ganó el concurso para encabezar el organismo en 2014 y asumió en mayo de 2015, momento en el que se encaró una modernización de los procesos del Banco, entre ellos, la duplicación de los «marcadores» genéticos que se utilizan para comparar las muestras.
«El Banco estaba retrasado en cuanto a las herramientas estadísticas a disposición para encontrar a los nietos, no estaba actualizado para completar las potencialidades genéticas (de las muestras). De hecho (con la ampliación de los marcadores) encontramos a cuatro nietos que ya estaban en el Banco», comentó.
Ese proceso coincidió con el traslado del BNDG desde su antigua sede en el Hospital Durand de Buenos Aires a un nuevo edificio en el que el Ministerio de Ciencia y Tecnología construyó un laboratorio, pero también y de manera simultánea se dio lo que Herrera Piñero describe como un «bastardeo a las políticas de Memoria, Verdad y Justicia» desde el gobierno de Mauricio Macri.
«Por ejemplo, yo no tuve problemas para comprar reactivos, pero sí en la necesidad de incorporar recursos humanos. Con el Ministerio no tuve problemas, tuve un apoyo grande. Pero también en esos cuatro años hubo un bastardeo muy importante a los Organismos de Derechos Humanos», describió.
Esos gestos, sumados a discursos negacionistas emitidos por ministros y funcionarios de Cambiemos, hicieron que desde el Banco se tuviera que hacer «un ejercicio de imaginación para sostener la búsqueda de las Abuelas», apuntó.
Para hacer más eficiente la búsqueda de aquellos niños apropiados durante la Dictadura, además de mejoras técnicas, se sumaron profesionales en bioestadística y en antropología forense.
La primera de las áreas se encarga de aplicar herramientas estadísticas para determinar cuál es la capacidad, la potencia, de una muestra genética al momento de ser comparada.
«Cuando hay muchos familiares (de un desaparecido) que han dejado su muestra, por ejemplo, cuando están los 4 abuelos, se tiene una alta capacidad de detección. En un grupo familiar que no está tan representado, cuando por ejemplo hay un hermano y un tío del detenido, la falta de certeza aumenta», explicó el bioestadístico Franco Marsico.
A diferencia de lo que sucedía hace un tiempo atrás, el Banco se encarga ahora de detectar esos casos y busca completar esos perfiles convocando a más familiares o recurriendo a la exhumación de cadáveres.
Como en un espejo de aquellas escenas de la primavera democrática en las que se buscaba a desaparecidos en cementerios de todo el país, ahora las antropólogas del BNDG vuelven a tener que trabajar sobre las tumbas.
Paula Miranda De Zela, coordinadora del Área de Antropología Forense, explicó que a diferencia de aquellos días, ahora van detrás de los genes de «aquellos familiares de desaparecidos que no dejaron la muestra en el Banco oportunamente o de una persona que dudaba de su identidad y no dejó la muestra».
Los cementerios no dejan de tener sus peculiaridades: «No llevan un seguimiento tan detallado de los movimientos de los cuerpos. También nos pasó que dentro de una sepultura no esté la persona o que haya muchas, y ahí las metodologías a aplicar son las que se usarían en una fosa común», comentó la antropóloga.
Herrera Piñero señaló que también, desde hace 6 meses, se comenzó a trabajar junto a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad y junto a la Fiscalía especializada en la apropiación de niños para colaborar desde la ciencia en la búsqueda de los nietos.
Sin embargo, todas estas iniciativas cobran valor, según la interpretación de la directora del Banco, a la luz de la recuperación del rol «político» y simbólico del organismo que no es otro que el de preservar y «continuar» con el legado iniciado hace más de 40 años por un grupo de mujeres que quiso saber cuál había sido el destino de sus nietos y que nunca aceptaron dejar de buscarlos.
«El surgimiento del Banco tuvo que ver con una decisión política de un Estado y con una pregunta de las Abuelas. En muchísimos países ocurrieron robos de niños, pero Argentina tuvo la capacidad política de hacerse esa pregunta. Para mí, el Banco no sólo tiene que colaborar con la identificación de los nietos o de las personas desaparecidas, sino que también tiene el deber de hacerse de esa bandera de las Abuelas de acá para adelante», concluyó Herrera Piñero.