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En un recital de Andrés Calamaro, muchas canciones provocan un tarareo a viva voz de la melodía o el riff de guitarra, siempre con el brazo derecho en alto y en movimiento. Es la señal misma de un verdadero hit que cruza todas las edades y preferencias políticas o futboleras.

El viernes por la noche, Calamaro ratificó su enorme popularidad con un recital especial y único, donde la lista de temas estuvo centrada en su disco de 1999, Honestidad brutal, un álbum doble que por momentos parece poco valorado y que merecía una justa reinvidicación.

Y lo logró, un vez, nadando contra la corriente y evitando la jugada fácil de hacer «un show más» basado únicamente en su enorme colección de hits.

Aquí hizo las canciones más conocidas de Honestidad brutal, claro, pero también rarezas y gemas que pocas veces cantó en vivo. De hecho, no lo apoyó con una gran gira, salvo sus shows como telonero de Bob Dylan en España. Tampoco faltó un puñado de temas imperdibles de otras épocas, como Flaca, Alta suciedad y Estadio azteca.

El público aceptó con ganas la celebración de las bodas de plata del disco, entendió que no era «un show más», y las localidades se agotaron rápidamente, agregando más fechas hasta llegar a un total de 45 mil personas en tres Movistar Arena, igual que un Vélez.


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