Hace poco hice algo que quería hacer hace mil pero no me animaba: me fui a dormir sola a otro lugar en mi propia ciudad. No digo dormir en otro lado por laburo ni porque me fui con amigas a alguna parte. Simplemente deseaba dormir sola hace un montón de tiempo y no me animaba a concretarlo. Mi máximo miedo era cómo lo iba a tomar mi familia. Porque las familias donde los adultos responsables no se han separado, tenemos este temita que desde que te vas a vivir con la otra persona, y ni hablar si deciden tener hijos, todos los días de tu vida, reitero: TODOSLOSDIASDETUVIDA, estás como obligada a dormir con esa gente en un mismo espacio.
Y no es que no me encante. Sinceramente la gran mayoría de las veces poner “casa” en el waze para regresar a casita me produce una felicidad inmensa. Pero como dije recién: “la gran mayoría de las veces”.
Tengo la teoría de que si vivís con gente y cada tanto no sentís que no los soportás, hay algo que no me estás contando.
O tal vez puede ser que sea yo que me agobio fácil.
El otro día me pasó: Estaba terminando el domingo, ese momento en el que un pequeño bajón se apodera de nosotros y debemos duelar todo lo que no hicimos el fin de semana… Porque el domingo tiene eso: Uno quisiera hacer de todo pero también quisiera no hacer NADA. En mi casa no había un clima muy jolgorioso que digamos y yo me sentía un poco hastiada. Era un “mini hastío” porque nada de lo que pasaba era realmente grave. Un hastío que estaba a años luz de querer tomar la tajante decisión de separarme.
Pero así como quien no quiere la cosa deslicé la idea de concretar el proyecto que tenía hace tiempo, y le dije a mi marido “tengo ganas de irme a dormir a otro lado”. Él me miró raro pero al rato me dijo “Si te querés ir andate”, y así terminé de convencerme. Me daba un poco de culpa hacerlo pero a su vez quería animarme. Les comenté a mis hijos que no iba a dormir en casa y se quedaron medio frappé. Agarré la bici y me fui. Todo era raro. Me dejaban mensajes «estás bien, mamá?.
Mi hija me pidió que la llevara al día siguiente al colegio y por supuesto lo hice. La pasé a buscar a la mañana bien temprano. Después de dejarla en el cole volví a casa y el ambiente era confuso. Entonces le aclaré a mi marido que por mi lado estaba todo bien, que esperaba que no se lo haya tomado a mal, que simplemente quise hacer algo que no hacía hace mucho que era acostarme en una cama toda para mí, hacer zapping a mi antojo, leer, llorar si se me diera la gana sin dar explicaciones, apagar la luz del velador cuando se me antoje, no tener que reprimir ninguna expresión gástrica, ni nada. Todas simples cosas que las personas adultas que vivimos en pareja y no queremos separarnos, pareciera que no vamos a poder hacerlas nunca más. Él me miró ¿aliviado? y la mañana siguió espléndida. Desayunamos juntos, charlamos e incluso planificamos las vacaciones.
Sé que tengo un marido muy poco tóxico y bastante comprensivo, que tiene bien resuelto el tema del ego y no siente que las cosas se las hago a él, sino simplemente las hago porque tengo ganas y me las permito.
Tal vez alguien lea ésto y se espante de lo que hice. Yo misma tengo mis prejuicios porque fui criada por una madre que pertenece a esa generación de mujeres que formó pareja con el mandato de que al marido hay que “atenderlo”. Pero también me aplaudo por haberlo hecho, porque seamos honestos: si no estuviera mal visto cada tanto habilitarnos una noche con nosotras mismas sin que nadie se ofenda, ¿cuántas separaciones de alguien a quien queremos se hubieran evitado?
Y redoblo la apuesta: creo que a partir de cierto tiempo de convivencia, deberíamos estar obligados a implementar la noche libre. No lo digo de rebelde ni con ánimos de fiestera, porque lamentablemente no lo soy. Solo sé que las personas necesitamos respiros, extrañar, poner en valor a la gente con la que vivimos. Tal vez a los más conservadores los convenza diciéndoles que es por el bien de la familia, para protegerla, para sacarle tensión y hastío.
Ya lo dijo Victoria Ocampo en el año 1929: Las mujeres necesitamos un cuarto propio. Y yo agregaría que las mujeres cada tanto necesitamos una noche propia, una noche distinta con una misma.
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